La asociación de videojuegos con juegos de apuestas no es algo nuevo: solo hay que preguntarle a cualquier padre qué piensan sobre su hijo jugando a la consola y será altamente probable que te diga «está enganchado».
Y en la analogía con el mundo de las apuestas eso es una luz roja como una casa: es lo mismo pero con dinero (más riesgos y más adicción).
Este mismo fin de semana tuve una interesante conversación con una amiga que ha sido madre recientemente. Ella no tiene una opinión favorable hacia los videojuegos: para ella «son un producto que crea adicción, te descentra de tus responsabilidades y aporta más cosas negativas que positivas«. ¡Y no le falta razón!
En los videojuegos eso realmente existe y sería una irresponsabilidad negarlo; aunque ojo! no es un caso aislado. Que levante la mano qué industria no se podría aplicar esas afirmaciones: leer libros, ver series o películas, salir con los amigos o incluso practicar deporte entrarían en esa caja de los horrores.
Otro aspecto son los beneficios que impliquen la práctica de cada uno pero, puestos en el caso de «uso extremo» de la actividad, cualquiera de ellos es perjudicial. Ninguno de ellos es malo, simplemente se estaría haciendo un mal uso (o un uso excesivo) de ellos.
En el caso de los videojuegos es más sensible ya que tiene todos los ingredientes para captar la atención (y ser más adictivo claro): alto grado visual, música , arco argumental de calidad, personajes para identificarte, toma de decisiones, sociabilidad y, lo que ahora toma importancia, las recompensas en botines.
La denuncia puesta por la National Health System (NHS) (con el apoyo de la Real Sociedad de Salud Pública) del Reino Unido de que cuando un menor paga por botines dentro de un juego induce a una conducta ludópata confirma esta tendencia. España tiene la tasa de ludópatas más jóvenes de Europa (entre 14 – 21 años); sigue creciendo y cada vez son más jóvenes. No lo considero una coincidencia y parece ser que algunos en el Reino Unido tampoco.
¿Cuál es la solución entonces? Educación y Regulación. No es tanto dejar de jugar a videojuegos (fácil, fácil, fácil…), es simplemente educar a los menores en el auto-control, tener un control parental más exhaustivo y, sin duda, no dejar de aprender y actualizarse. Mirar hacia un lado y hacer como que no existe solo puede llevar justo donde no queremos que vaya.